Entre los ruidos del sonido del silencio
dilucidé una ausencia.
A mis ojos y a mi tacto mandé callar, y obedecieron
para que mis oídos franquearan la trama del ruido,
su inmensa y perpetua textura.
Un silencio distinguido del vacío
se imponía detrás, aún detrás, de lo callado de la noche
y su concierto de instrumentos toscos y asperezas musicales.
Desenterré un anhelo de ritmo y una partitura como utopía,
atravesada por ese laberinto donde se turbaban notas y figuras.
Una nostalgia agitaba la batuta ante ese caos
que al deslizarse en los giros de mi oreja fue revelándose.
Y entonces sí:
me ví perdida de tiempo.
En el silencio del tiempo del sonido
desperté.
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